Cyanistes caeruleus (Linnaeus, 1758) Nombre:

Herrerillo común

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

16423

Mundial. Especie politípica de distribución paleártica occidental, de Canarias a los Urales y de las Islas Británicas a Irán (Cramp & Perrins, 1993). La mayor parte de su área de distribución (75%) se encuentra en Europa. España.

Prácticamente continua por la Península, sólo falta en zonas del valle del Ebro, Tierra de Campos, La Mancha, valle del Guadalquivir, SE árido, interior de Valencia y Murcia y en Sierra Nevada. Como ya se indicaba en Purroy (1997), una parte importante de las ausencias detectadas entonces se debieron a inadecuada prospección. La subespecie nominal ocupa el tercio norte, y es sustituida hacia el sur por ogliastrae (Tellería et al., 1999).

Además de la España peninsular, ocupa las islas mayores, con la subespecie endémica balearicus en el norte de Mallorca (Tellería et al., 1999), y cuatro subespecies endémicas en Canarias: degener (Lanzarote y Fuerteventura), teneriffae (Gran Canaria, Tenerife y La Gomera), palmensis (La Palma) y ombriosus (El Hierro). En Ceuta aparece la subespecie ultramarinus (Cramp & Perrins, 1993), pero no se ha detectado su cría en Melilla. Ave típicamente forestal, aunque puede ocupar bosques muy abiertos (Pulido & Díaz, 1997) y fragmentados (Santos & Tellería, 1998), incluidos dehesas, sotos y parques urbanos (Tellería et al., 1999), con lo que sólo falta en zonas muy deforestadas por razones climáticas y edáficas (estepas interiores y costeras) o por usos humanos (cultivos extensivos de las mesetas y regadíos del valle del Guadalquivir y de Levante).

Selecciona negativamente los bosques de coníferas en el continente (Tellería & Santos, 1994), lo que explicaría su ausencia en montañas con pino carrasco del interior de Valencia, Alicante y Murcia, y su límite altitudinal de 1.650 m en Pirineos (límite del hayedo-abetal) y de 2.000 en la ladera norte de Sierra Nevada (límite del melojar; Pleguezuelos, 1992). Su capacidad de colonizar islas se relaciona con su plasticidad ecológica, ligada a rasgos morfológicos de las extremidades posteriores (Díaz et al., 1998b; Barluenga, 2000), y las subespecies insulares ocupan bosques de coníferas, al contrario que en la Península, y otras formaciones forestales o arbustivas en Canarias (monte verde, restos de bosque termófilo o barrancos con palmerales y tarajales; Martín & Lorenzo, 2001). Requiere agujeros para criar (preferiblemente en árboles aunque también en construcciones), y su importancia se refleja en incrementos poblacionales cuando se instalan cajas-nido (Sanz, 2000).

Durante la cría es estrictamente insectívora y en bosques mixtos continuos la distribución del alimento explica la del ave (Díaz et al., 1998b), mientras que en dehesas la relación es menos clara en primavera y en invierno. Esto parece deberse a la importancia de los agujeros y a su carácter sedentario (Pulido & Díaz, 1997 y 2000), al menos en las zonas más bajas y térmicas. Estas zonas acogen invernantes de zonas más altas (Tellería et al., 2001) y de otros países europeos, y se detecta paso hacia África en septiembre-octubre (Tellería et al., 1999).

En la Península, la configuración ambiental que maximiza la frecuencia de aparición del herrerillo común es la cobertura forestal, apareciendo en el 26% de los muestreos con más de 32 km2 de cobertura sobre unidades de 100 km2. Su máxima frecuencia de aparición se da en el tercio oeste peninsular con coberturas de encinares mayores de 41 km2. En Baleares promedia una frecuencia de aparición del 27% en localidades por encima de los 920 m s.n.m. En cambio en Canarias alcanza frecuencias de aparición del 51% en localidades con predominio de las formaciones leñosas y arbustivas.

De las 22 grandes categorías consideradas, la especie selecciona medios arbolados, en especial formaciones de hayas, robles, encinas, otros planifolios y bosques mixtos. Esta preferencia coincide con la encontrada por Tellería et al. (1999) y por Pérez y Álvarez (2002).

Utiliza pinares y eucaliptales de forma proporcional a su disponibilidad, y también, aunque en menor medida, sabinares/enebrales, pueblos y ciudades y mosaicos agropecuarios. Muestra una tendencia clara a evitar el resto de ambientes. En invierno disminuye sus densidades en bosques situados en condiciones climáticas más duras, incrementándose en los bosques de zonas más cálidas y aumentando su presencia en medios no forestales respecto a la primavera (Tellería et al., 1999; Gainzarain, 2006).

Las mayores densidades se alcanzan en los encinares y alcornocales con más de 60 aves/km2 y en los mosaicos agropecuarios muy fragmentados con más de 50 aves/km2. Por ejemplo en Álava, sus mayores abundancias se sitúan entre los 600 a 1.000 m s.n.m. (Gainzarain, 2006).

En zonas urbanas y periurbanas la densidad es menor de 3 aves/km2, lo que contrasta con las densidades observadas en Cataluña cercanas a 50 aves/km2 (Palet en Herrando et al., 2011). La densidad en hayedos disminuye a menos de 5 aves/km2, posiblemente porque se reducen los recursos al desaparecer la cosecha de hayucos (Gainzarain, 2006).

Reproductor: 930.000-3.600.000 parejas (1997).

Las poblaciones insulares requieren seguimiento y medidas de conservación individualizadas (Dodson et al., 1998). -.

Las subespecies degener, palmensis y ombriosus se consideran En Peligro (EN), y no se pueden aplicar adecuadamente los criterios de la UICN a teneriffae (Datos Insuficientes, DD). La expansión de pinares y eucaliptales en la Península debe haber reducido su población, y es muy rara o falta de estas plantaciones (Díaz et al., 1998a; Tellería et al., 1999). Se ve afectada por fumigaciones en Salamanca (Pascual et al., 1991) y Córdoba (Cabello de Alba, 1992). La disminución del número de agujeros en bosques manejados puede compensarse con la colocación de nidales artificiales, pero los habitualmente utilizados son detectados por depredadores (Pico Picapinos o comadreja), que pueden producir severas mermas del éxito reproductor y de la población adulta (Sanz, 2000).

La alteración, por el cambio climático, de la fenología de los lepidópteros que captura durante la cría, podría disminuir su éxito reproductor y la viabilidad de sus poblaciones a largo plazo (Sanz, 2002).

Propuestas: - Conservación del hábitat. - Control del uso de plaguicidas. - Control de la caza ilegal. - Colocación de nidos artificiales.