Curruca conspicillata (Temminck, 1820) Nombre preferente:

Curruca tomillera

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Indeterminado

    Identificador:

80923

Mundial. Especie de distribución circunmediterránea muy fragmentada. La forma nominal cría en las costas del Mediterráneo occidental y norte de África, con poblaciones aisladas en el Mediterráneo oriental (Chipre, Siria, Líbano y la cuenca del Sinaí). La subespecie orbitalis cría en Canarias, Cabo Verde y Madeira (Shirihai et al., 2001).

España. En la Península su distribución es bastante dispersa y las poblaciones más continuas se localizan en Andalucía oriental y en una amplia zona formada por los páramos del Sistema Ibérico y el valle del Ebro. Entre estas dos grandes áreas su presencia es muy dispersa.

En Canarias es muy frecuente, presente en todas las islas, y especialmente abundante en las orientales, Fuerteventura y Lanzarote. En las Islas Baleares es muy escasa, con una única cuadrícula con reproducción segura en Mallorca, y tres en Menorca, donde se estimó una población de poco más de diez parejas en la década de 1990 (Escandell, 1997). No se ha detectado en Ibiza, donde fue identificada como reproductora en el anterior atlas (Purroy, 1997), ni en Ceuta ni en Melilla.

Respecto al anterior atlas (Purroy, 1997), su área de distribución en la Península ha aumentado, probablemente debido a una mejor prospección más que a un aumento real de la misma. Como cambios más destacados se observa una menor presencia en Huelva y Madrid, pero por el contrario aparece ahora ampliamente distribuida en Aragón, en Jaén y Soria y más o menos dispersa en Castilla-La Mancha. Estas diferencias entre los dos atlas son debidas a la mayor cobertura del presente estudio junto al trabajo exhaustivo llevado a cabo en los diferentes atlas regionales (Urios et al., 1991; Román et al., 1996; Garrido & Alba, 1997; Jubete, 1997; Sampietro et al., 1998; Orobitg, 1999).

De las currucas europeas es la menos inclinada a ocupar medios de vegetación densa, rechaza áreas forestales y arbustivas densas, y habita paisajes abiertos, con arbustos de pequeño porte y en muy baja densidad. Estas preferencias de hábitat la llevan a ocupar paisajes desarbolados, muy abiertos como los páramos del interior ibérico, zonas semiáridas costeras y del interior del valle del Ebro y subdesérticas en Canarias. Allí ocupa ampliamente el piso basal, aunque se reproduce en todos los ambientes xéricos, siempre en medios no forestales (Martín & Lorenzo, 2001).

El rango de altitud ocupado es muy amplio, desde el nivel del mar a cotas por encima de los 1.000 m tanto en el Sistema Bético, donde llega a alcanzar los 1.800 m, como en los altos páramos del Sistema Ibérico, o por encima de los 2.000 m en Tenerife (Tellería et al., 1999; Martín & Lorenzo, 2001). En España presenta una amplia gama de estrategias migradoras, y aunque la mayor parte de la población peninsular es estival (Cantos, 1992), ciertas poblaciones de Levante son parcialmente migradoras (Hernández-Gil, 1990), y mayoritariamente sedentarias las poblaciones canarias aunque algunos juveniles pueden dispersarse hacia las costas africanas (Berthold, 1980).

La selección invernal de hábitat en Canarias no difiere de la citada para el periodo de cría. Trujillo (en Lorenzo, 2007) recopiló la información disponible para el periodo estival y concluyó que su selección de hábitat en Canarias es amplia en los pisos basales, donde ocupa preferentemente matorrales xéricos y cultivos, con presencia en los matorrales de ladera y de altura y ausencia general de las masas forestales. Los resultados de este atlas son coherentes con estos patrones. Así, como invernante, la curruca tomillera está presente en prácticamente todos los ambientes disponibles en los pisos basales.

No obstante, únicamente parece seleccionar positivamente los peculiares viñedos canarios (aunque no con elevadas densidades), mientras que malpaíses, herbazales, matorrales, o medios agrarios (incluyendo mosaicos agropecuarios) son ocupados en similar proporción a su mera disponibilidad. Los ambientes arbolados y núcleos urbanos son, en general, evitados, con la excepción de los tarajales. En conjunto, y a pesar de la escasa productividad de los medios donde está presente, las densidades medias invernales observadas pueden ser muy elevadas.

Las mayores abundancias se obtienen en zonas de matorral, con 97 aves/km2 y mosaicos agropecuarios con 90 aves/km2. En viñedos, cultivos de secano y herbazales, las abundancias rondan las 7-9 aves/km2. En Lanzarote y Fuerteventura, Suárez (1984) encontró una tendencia hacia mayores densidades invernales en los medios arenosos que en los rocosos, al disponer de mayor cobertura de matorral, pero en los datos de este atlas la densidad en playas y dunas es sólo algo mayor de 3 aves/km2, mientras que los ambientes rocosos (como malpaíses o acantilados) promedian 22 aves/km2.

Reproductor: 140.000-300.000 parejas.

La mayor amenaza que pueden sufrir sus poblaciones es la alteración y destrucción de sus hábitats. Por eso, los principales problemas de conservación de las estepas ibéricas afectarán a esta especie: disminución de su superficie por cambios drásticos hacia otros usos, intensificación o modificación de los tipos de cultivo, cambios en la gestión ganadera y ausencia de protección legal (Suárez et al., 1996). El posible proceso de aumento de los hábitats adecuados tras el abandono de tierras de cultivo marginales se puede invertir si se produce una matorralización de estos parajes que pierden entonces la capacidad de acogida de esta especie. La evolución de estos terrenos está directamente determinada por la carga ganadera local que produce en determinadas situaciones sobrepastoreo y en otras infrapastoreo, que permite en este caso la recuperación y desarrollo de la cobertura de matorrales.

La destrucción del hábitat viene dada por la reconversión de considerables superficies de estepas hacia cultivos arbóreos de secano (especialmente olivos y almendros, en un proceso particularmente acusado en el SE peninsular), por el desarrollo de la agricultura intensiva del litoral Mediterráneo (especialmente en la costa almeriense, basada en invernaderos), por el desarrollo urbanístico de zonas no agrícolas (especialmente en zonas costeras), por la puesta en marcha de regadíos en el valle del Ebro y por la reforestación de los páramos ibéricos. Todas estas amenazas se ciernen sobre las mejores poblaciones ibéricas de Curruca Tomillera.

Propuestas: - Protección del hábitat estepario y manejo adecuado del mismo.